19/5/06

A modo de experimentación

Ayer: 19:05.
Una esquina.
Tres de Febrero y Juramento.
¿O es Zavalía?
Pasa un 65.
Pasa un 44.
Tres maniquíes me saludan. Uno es pelirojo.
Cuatro focos. Un taxi. Dobla.
Un hombre abraza a una mujer que lleva puesto un cuello de piel de conejo. Un niño pasa en una bicicleta roja.
Pasa un 63.
Pasa un 60 panamericana.
Hojas secas en la calle y pozos llenos de agua.
Frío en el agua.
Pasa un 113. Cartel rojo.
Los faroles de la plaza comienzan a brillar.
Pasa un ochenta. En una hora estará en Mataderos.
Pasa un 113. Por Gavilán.
Un repositor de Disco vuelve al supermercado arrastrando un carrito.
Pasa una mujer con impermeable un paraguas.
Pasa una boina con mujer.
Pasa una 60. En cuarenta minutos estará en Olivos.
Pasa un 44. En cuarenta minutos estará en Flores.
Un perro blanco lleva a un hombre a su casa.
La ciudad se viste de invierno.
Paulatinamente.

10/5/06

Descenso


Un vidalero termina una vidala en la cima de una montaña.
Después, desciende.
Descender cansa rodillas.
Pero si un pájaro se posa en su hombro
la travesía se hace más corta y la visión más saludable.

8/5/06

Es hora

¿Vamos a jugar por los senderos inventados?
¡Vamos!
Pero antes no te olvides de tu atado de ropa.
¿Cuál ropa?
La que te pondrás en el escenario al que te toque subirte.
¿Necesito ropa?
¡Claro! ¿O que te creías?
Ahora sí, vamos.
¿Y qué esa luz que nos enfoca?
Son los reflectores.
No, no, este no es nuestro escenario. Es más adelante.
Bueno, corramos entonces...
Juguemos a que el reflector no nos tiene que iluminar.
¡Dale!
¡Es una guerra, es una guerra!
Gritemos.
No, pará, ¿qué guerra?
Mejor caminemos hacia ese lugar oscuro del escenario. Debe haber una salida.
Sí, a otro escenario.
¿A otro más?
¿No lo ves ahí?
Uia, la gente nos aplaude.
¡Juguemos a que el reflector rojo no nos toca!
No, qué decis, yo no quiero jugar más.
Un límite, eso es lo que necesitamos.
Un borde, decís vos.
Un límite.
Pero ahí está el tercer escenario...
¿Será ese?
Me parece que es hora de que te pongas la ropa.
Sí.

6/5/06

Mujer de flores

Yo no soy la mujer de las flores secas.
Escuchen.
Cuando toco a una puerta les traigo pasto.
Una cesta me pesa
en el hombro redondo
Ay, de este hombro
donde todos sueñan
las más diversas
travesías urbanas
mares de niños
madres que claman,

claman, claman, claman

la calma.

Y mi mujer de los hombros
se sonríe en el fondo
y reza paciente
sobre su cesta futura.