Me decís: pájaros volando en tu mirada. No es mi culpa. Esto es lo que te decía antes de que empezáramos el amor. Y ahora que los pájaros han madurado y abren las plumas como dedos nos señalan y esgrimen: ¡pájaros volando en tu mirada!
Por la cintura de mi mano se desliza la lágrima fría del lagarto. Vos, lagarto, futuro zapato. Piel fría y suave que mi mano toca y fresca se posa en tu boca.